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¿Tiene mi hijo problemas de integración sensorial?

Es frecuente encontrarnos con niños que presentan problemas de integración sensorial, dificultades las cuales tanto padres como docentes pueden observar cómo conductas “raras”, o extrañas, ya que al no ser tan visibles físicamente o que requieren de atención medica inmediata, son omitidas o postergadas.

Una de ellas, es la disfunción del procesamiento sensorial. Un problema relacionado con una inadecuada integración de las sensaciones internas y externas en el cerebro. Este suceso, puede provocar, por ejemplo, que niños sin dificultades de aprendizaje o desarrollo motriz, tengan grandes dificultades para aprender a montar en bicicleta o niños que viven en ambientes tranquilos y amorosos tengan problemas importantes de comportamiento.

En otras palabras, los problemas de integración sensorial no son siempre evidentes, pero sí muy graves, debido a las importantes repercusiones que estos tendrán en la participación del niño en las diferentes actividades de su vida diaria.

Aunque no seamos plenamente conscientes de ello , los distintos ámbitos en los que nos desenvolvemos: hogar, escuela, trabajo, la calle, etc. Son una fuente constante de estímulos que impactan permanentemente en nuestros sentidos, el ruido de una sirena, la luz que se refleja sobre un vidrio, el olor a césped recién cortado, la serie de movimientos que se realizan para acceder al interior de un vehículo, la temperatura del asiento, el gusto de una bebida, la temperatura o los colores de una comida, el roce de la ropa sobre la piel y muchísimos más.

Generalmente, somos capaces de ignorar o pasar a segundo plano toda aquella información que se desprende de aquella estimulación que no nos resulta pertinente, para lo cual nuestro cerebro procesa en forma casi automática, sirviéndose sólo de lo que necesita para ajustar el comportamiento.

Ahora, no hace falta más que pensar un segundo en el caos que surgiría para nuestro desenvolvimiento cotidiano el hecho de si tuviésemos la necesidad de prestar atención a todos y cada uno de los estímulos que se nos presentasen de continuo, o caso contrario, pero igual de problemático, si ninguno, ni siquiera los más necesarios nos llegara.

El proceso de la integración sensorial, como los latidos del corazón, o la respiración, sucede de manera automática en la mayor parte de las personas, razón por la cual nadie suele pensar en dicho proceso de modo consciente. Del mismo modo, es difícil que alguien pueda plantearse que un déficit en este proceso, pueda ser la causa de que un niño se niegue a probar diferentes tipos de alimentos, a cortarse el cabello, o a vestirse con ciertos tejidos. De esta forma, o el problema es realmente importante, o las disfunciones en la integración sensorial tienden a pasar inadvertidas para aquellas personas no entrenadas en su detección. En la mayor parte de los casos, son los propios padres los que, sin saber nada del sistema nervioso y sin comprender concretamente qué es lo que pasa, son capaces de describir de manera detallada dificultad que presentan sus hijos para procesar la información sensorial de forma correcta.

LA TEORIA DE INTEGRACIÓN SENSORIAL

La teoría de la integración sensorial (IS), fue desarrollada en Estados Unidos, a partir de la década de los 60, por la terapeuta ocupacional Jean Ayres.

Durante las dos décadas sucesivas, Ayres trabajó con niños que presentaban problemas en su desarrollo, en el aprendizaje y en el área emocional sobre los problemas de integración sensorial.

Como resultado de sus experiencias, escribió numerosos artículos en los que interrelacionaba las habilidades perceptivas y motoras del niño con su comportamiento. Asimismo, su teoría se elabora alrededor del siguiente pensamiento:

“Cuantas más experiencias sensoriales de calidad tengo o recibo de mi entorno y de mi cuerpo, más aprendo de estos, y por tanto, mejor me relaciono con ambos; cuantas menos experiencias o más negativas tengo o recibo, menos conozco de mi cuerpo y entorno, y por tanto, más dificultades tengo para interrelacionarme con estos”.

La teoría describe la integración sensorial como un proceso neurológico que integra y organiza todas las sensaciones que experimentamos de nuestro propio cuerpo, así como del exterior (gusto, vista, oído, tacto, olfato, movimiento, gravedad y posición en el espacio) y que recibimos de forma continuada. A su vez, relaciona este proceso con la capacidad del ser humano para llevar a cabo acciones motoras de manera eficaz y en diferentes entornos.

CLASIFICACIÓN Y SÍNTOMAS

Según qué aspectos se tengan en cuenta en problemas de integración sensorial, se clasifica a los TPS de diferentes formas.
Una primera (y la más evidente), es hacerlo según si el sujeto implicado presenta híper o hipo-reacción a los estímulos.
En el caso de la respuesta disminuida, quienes presenten esta forma, pueden permanecer imperturbables ante estímulos tales como el frío, calor o, lo que es aún más peligroso, al dolor, con lo cual, suelen no reaccionar ante situaciones en las que está en riesgo su integridad física. Otra conducta frecuente, es buscar estímulos más fuertes o constantes que compensen su falta de sensaciones.
También existen sujetos que presentan ambas características, es decir, son hiperreactivos para algunos estímulos e hiperreactivos para otros.

Otra forma de clasificación se realiza con base en los sentidos implicados. Desde esta perspectiva, las dificultades pueden ser de tipo:

Auditivo: Suelen ser frecuentes y de fácil percepción, sobre todo en la hipersensibilidad, puesto que el sujeto reacciona desmedidamente ante ruidos y sonidos, incluso algunos apenas perceptibles, así como muchos de ellos no son capaces de regular el volumen de su propia voz. Los opuestos, por el contrario, suelen no reaccionar ante acontecimientos acústicos importantes.

Visual: Se estima que alrededor del 80% de las señales que recibimos son de esta clase. Ciertas imágenes, colores, intensidades de luz, etc. Pueden constituirse en agresiones para quienes portan Trastorno del Procesamiento Sensorial (TPS). A su vez, cuestiones como los gestos y señales, es posible que permanezcan incomprensibles para aquellos con sensibilidad disminuida.

– Táctil: Mínimos roces, determinadas texturas y abrazos, por ejemplo, es posible que provoquen crisis en algunos, mientras que sus opuestos, suelen buscar un contacto más asiduo.

Olfativo: Otro tanto ocurre con algunos olores, los que no necesariamente deben ser fuertes o desagradables.

Gustativo: Ciertos sabores pueden resultar intolerables o, por el contrario, no percibir otros que sean repugnantes a la mayoría de las personas.

Vestibular: El sistema vestibular se encuentra en el oído interno y se encarga de lo atinente a la orientación espacial y al equilibrio. Por lo tanto, está implicado en la coordinación de los movimientos. La alteración de los datos percibidos, hace que los individuos con TPS puedan tener problemas de motricidad fina y gruesa, al extremo de producirles pánico una escalera, por ejemplo. Y también su contrario, esto es, aquellos que se lanzan a un movimiento constante, sin percibir a los demás ni a los peligros subyacentes.

Propioceptivo: Se trata de la capacidad de nuestro organismo de informarnos sobre el estado interno, así como del posicionamiento de nuestro cuerpo en el espacio. La alteración de esta información, tiene consecuencias respecto de la motricidad y el entorno, al tiempo que sobredimensiona o ignora los signos de alerta que emite nuestro interior respecto de posibles problemas (dolores, molestias, inflamaciones, etc.).
Resulta obvio señalar que los problemas sensoriales pueden afectar a uno solo de los sentidos, aunque es más frecuente que comprometan a dos o más.

En lo que respecta a los síntomas, algunos resultan mucho más evidentes que otros. A su vez, las respuestas varían notablemente, cubriendo un amplio espectro, que va desde pequeñas manifestaciones físicas apenas perceptibles, hasta otras más intensas (vómitos, estallidos emocionales, alejarse abruptamente de la fuente de estímulos sin medir las consecuencias, estereotipias muy marcadas, etc.).

Además de las reacciones desmedidas de los problemas de integración sensorial en forma positiva o negativa a ciertos estímulos, los sujetos implicados tienen tendencia a mostrar, entre otros, signos de:

– Letargo o desinterés, pareciendo ensimismados.
– Dificultades en la regulación de las conductas y las respuestas emocionales, así como manifiestan estallidos demasiado frecuentes e intensos, nada los complace o, por el contrario, se conforman con demasiada facilidad.
– Fácil distractibilidad, con muestras de una pobre atención y concentración.
– Habilidades motrices empobrecidas, poca coordinación de los movimientos, del equilibrio y escasa capacidad de planificación en este área, que inclusive es probable que se exprese en tareas tales como la escritura.
– Mala calidad del sueño.
– Restricción en la cantidad y la calidad de la alimentación o, por el contrario, desórdenes en ella.
– Aparentan poseer bajo tono muscular (sin compromiso físico real), se cansan muy rápidamente.
– Realizar las tareas con demasiada energía, con extremada velocidad, incluso con escritura demasiado tenue o extremadamente marcada.
– Problemas respecto de la aceptación de los cambios de las rutinas y/o en la transición entre tareas diferentes.
– Inconvenientes para jugar con otros niños, prefiriendo el juego en solitario.
– Dificultades en hacer amigos y en mantenerlos.

Problemas de integración sensorial ¿a quién va dirigida la intervención? 

 

No todos los niños con problemas de aprendizaje, desarrollo o de comportamiento tienen una disfunción de integración sensorial subyacente.

Hay, sin embargo, ciertos indicadores, que pueden señalar a los padres si está presente dicha disfunción. A continuación, indico algunos signos:

– Hipersensibilidad al tacto, movimiento, luces o sonidos. Esta hipersensibilidad puede ser manifestada en comportamientos tales como irritabilidad o retirada cuando se le toca, evitar ciertas texturas de ropas o de comidas, distracción o reacciones de miedo al movimiento en actividades ordinarias, como las actividades típicas de los juegos de recreo.

– Hipo reactividad a la estimulación sensorial. En contraste con los niños hipersensibles, un niño hipo reactivo puede buscar experiencias sensoriales intensas, por ejemplo, dar vueltas sobre sí mismo o chocar adrede con los objetos. Algunos niños fluctúan entre los dos extremos hiper o hipo reactivos.

– Nivel de actividad inusualmente alto o bajo. El niño pude estar en movimiento constantemente o, puede ser lento en activarse y fatigarse fácilmente. De nuevo, algunos niños pueden fluctuar de un extremo a otro.

– Problemas de coordinación. Los problemas de coordinación se pueden ver en actividades motoras gruesas o finas. Algunos niños pueden tener un equilibrio pobre, mientras que otros tienen gran dificultad en aprender a realizar nuevas tareas que requieren coordinación motora.

– Retraso en el habla, lenguaje, habilidades motoras o rendimientos académicos. Estos signos pueden ser evidentes, ya en preescolar como signos de una integración sensorial deficitaria. En la edad escolar, puede haber problemas en algunas áreas académicas a pesar de una inteligencia dentro de la normalidad.

– Pobre organización del comportamiento. Los niños pueden ser impulsivos o de fácil distracción y mostrar falta de planeamiento al abordar las tareas. Algunos niños tienen dificultad al ajustarse a una nueva situación. Otros pueden reaccionar con frustración, agresividad, huída o rechazo cuando son conscientes del fracaso.

– Pobre autoestima. A veces, un niño que experimenta alguno de los problemas que acabamos de mencionar, puede no se sentirse bien.

Un niño sin dificultad puede reconocer que algunas tareas son más difíciles para él que para otros niños, pero puede no saber por qué esto es así. Este niño, puede parecer perezoso, aburrido o desmotivado. Algunos niños pronto encuentran maneras de evitar esas tareas a sabiendas de que le van a resultar difíciles y fatigosas. Cuando esto ocurre, se suele considerar al niño como problemático o desobediente. Cuando un problema es difícil o incomprensible, padres e hijos pueden sentirse, ambos, culpables. La tensión familiar, el pobre concepto de sí mismo, y, en general, el sentimiento de desesperanza prevalece.

Normalmente, un niño con desorden del procesamiento sensorial presentará más de uno de estos signos.

Problemas de integración sensorial ¿En qué consiste la rehabilitación?

No existen pruebas de laboratorio capaces de detectar y/o confirmar la presencia de TPS en un sujeto, por lo que su diagnóstico se realiza por la observación clínica, junto con los datos que aportan sus ámbito familiar.
Una cuestión a dilucidar es si se trata, en cada caso particular, de una afección primaria o la consecuencia de alguna otra, como los ya mencionados TEA y TDA/H u otras, puesto que es posible que ello requiera de un abordaje diferente, según la naturaleza de la problemática, que se suma a lo ya expresado respecto de que la intensidad, el grado de compromiso y los sentidos involucrados presentan una varianza notable de un sujeto a otro.

Un Terapeuta Ocupacional es la mejor vía para mejorar las habilidades afectadas, no obstante, en los centros Anda CONMiGO consideramos que es sumamente necesario la atención en forma interdisciplinaria en cada situación que pueda estar alterando el desarrollo del niño. Básicamente trabajando en forma conjunta con profesionales que puedan intervenir en las áreas que mayor problemática presente un niño, es cuando se observan mayores y más rápidos resultados. Siendo así un niño con conductas disruptivas en el aula causado por estrés auditivo o visual, que es atendido en forma interdisciplinaria desde TO y psicología, por ejemplo, puede llegar a obtener mejores respuestas adaptativas en los mismos ambientes que antes se manejaba a corto o medio plazo (claro está que esto depende de cada caso particular). En la terapia, el niño será guiado a través de actividades que cambian sus habilidades para responder apropiadamente a la entrada sensorial y llevar a cabo una respuesta organizada y exitosa.

La terapia incluirá actividades que proporcionan estimulación vestibular, propioceptiva y táctil, además, son diseñadas para las necesidades de desarrollo específicas de cada niño. Las actividades también serán diseñadas incrementando gradualmente las demandas al niño para conseguir unas respuestas cada vez más maduras y organizadas.

El énfasis está en los procesos sensoriales automáticos que se dan en el transcurso de actividades dirigidas hacia una meta, más que en las instrucciones o en hacer ejercicios con el niño sobre cómo responder.

Un aspecto importante de la terapia que usa el enfoque de la integración sensorial es la motivación de los niños que juega un papel crucial en la selección de las actividades. La mayoría de los niños, en cada momento de su desarrollo, tienden a buscar actividades que les proporcionen experiencias sensoriales beneficiosas. Esta es una importante pista para que nosotros, los terapeutas, conozcamos los intereses y motivaciones de los niños que nos sirvan para guiar la selección de las actividades. A algunos niños se les permite realizar una gran cantidad de elecciones en las actividades mientras que, a otros, que tienen dificultad en elegir las actividades apropiadas, se les proporciona un grado alto de estructuración. Incluso cuando los terapeutas dirigimos actividades muy estructuradas, animamos al niño a participar de forma activa en las actividades. Rara vez, el niño simplemente recibe la estimulación de forma pasiva, esto es porque la exploración y el hecho de involucrarse activamente, capacitan al niño para ser más maduro y organizar eficientemente la información sensorial.

QUÉ ESPERAR DE LA TERAPIA 

Cuando la terapia de integración sensorial es exitosa, el niño es capaz de procesar información sensorial compleja de una manera más eficiente que antes.

La terapia, puede tener importantes beneficios. Por ejemplo, una mejora en la coordinación motora puede ser documentada por la habilidad del niño para realizar con más destreza las tareas motoras gruesas y finas en un nivel de complejidad que no sería esperado alcanzar sin la intervención.

Para el niño que originalmente presentaba problemas de hipo o hiper respuesta a la estimulación sensorial (búsqueda continua de movimiento, tropiezos constantes, agresividad ante el contacto físico…), tener respuestas más normales puede dirigirle a tener un mejor ajuste emocional, mejora de destrezas de interacción social, o mayor autoestima. Asimismo, algunos niños demostrarán adelantos en el desarrollo del lenguaje, mientras otros mejorarán significativamente en las tareas escolares, ya que su sistema nervioso comienza a funcionar de forma más eficiente. De forma muy frecuente, los padres comentan que sus hijos parecen estar mejor preparados, más seguros de sí mismos, más organizados y la convivencia con ellos se hace más fácil.

¿CUÁL SERÍA EL ROL DE LOS PADRES Y DOCENTES?

En caso de dejar transcurrir los TPS sin prestarles atención, estos pueden incluso agudizarse, haciendo extremadamente dificultoso para estos sujetos enfrentarse hasta a las tareas cotidianas más simples, imposibilitándolos para recibir y comprender instrucciones, disminuyendo su autoestima y su confianza, llenándolos de angustia y estrés, obstruyendo su capacidad de comunicación con los demás, limitando sus posibilidades educativas y laborales, entre otras muchas consecuencias que empobrecen la vida.
Como respaldo de los tratamientos pertinentes llevados adelante por médicos y terapeutas, quienes rodean a estos niños (familiares, docentes, etc), además de implicarse activamente en ellos, pueden realizar algunas tareas que les alivien la incomodidad y el sufrimiento, por ejemplo:

– Aprender lo más posible sobre esta condición. Entenderla es un primer paso muy importante y conocer las diferentes terapéuticas existentes ayuda a tomar mejores decisiones al respecto.
– Conocer las dificultades específicas de cada niño permite anticipar y/o evitar situaciones estresantes para el mismo y para quienes lo rodean.
– La provisión de ámbitos seguros permite que el sujeto se provea de un refugio donde calmarse y minimizar las consecuencias. No es necesario que sea un ambiente enorme, sino que quizás el rincón de una habitación en el cual no existan los estímulos que lo alteran sea suficiente.
– Buscar consejo de los expertos permite disminuir los riesgos.
– Conectarse con otros padres que se encuentren en una situación similar permite compartir experiencias y conseguir apoyos y consejos que suelen resultar útiles.
– Anticipar al niño aquellos cambios que se sabe que se producirán y que son capaces de afectarlo.
– Explicar en los ámbitos en los que la persona va insertarse cuál es su problemática, para que, por un lado, ello no tome por sorpresa a quienes los compartan, disminuyendo la posibilidad de rechazo, y, por el otro, para que se lleven a cabo las adaptaciones posibles que disminuyan el impacto.

Para terminar 

Todos los niños pueden presentar algún período difícil y reacciones inadecuadas ante distintos estímulos, aunque lo que define a los TPS como tales es su persistencia en el tiempo y que no se deban a situaciones de duelo, abuso u otras cuestiones de índole psíquica que los afecten.
Si bien la prevalencia anotada parece exagerada, se trata de una problemática extendida que requiere que se le preste la atención pertinente, puesto que, de no hacerlo, la vida de estas personas se torna extremadamente complicada. La buena nueva es que, con las intervenciones adecuadas para cada persona, estas logran superar en gran medida las limitaciones que estos Trastornos plantean.

En cada Centro Anda CONMiGO puedes encontrar personal idóneo para tratar estas dificultades que se puedan presentar en el desarrollo de un niño.

Algunas fuentes:

www.understood.org
www.webmd.com
childdevelopment.com
www.parents.com

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