El acoso escolar, también conocido como bullying, es un problema que está cada vez más presente en las escuelas. Casi todos los niños en algún momento tienen la experiencia del acoso escolar, bien como acosador, como víctima del acoso o como observador del acoso a otras personas.
El bullying tiene efectos negativos en la salud física, el bienestar emocional y el rendimiento académico de los niños, especialmente si dicha violencia se repite en el tiempo o es severa.
Un estudio realizado por los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades encontró que el 33% de los estudiantes de primaria y el 19,5% de los estudiantes de secundaria manifestaron haber sido sometidos a acoso en la escuela.
Algunos colectivos son más vulnerables y tienen mayor riesgo de ser víctimas de acoso escolar. Son aquellas personas percibidas como diferentes, como los niños con diversidad funcional, trastornos del espectro autista (TEA), obesidad o dificultades de integración social.
El origen de la violencia del acosador puede venir causado por problemas sociales o familiares, que pueden provocar que el niño desarrolle una actitud agresiva y que en la adolescencia sea violento. En muchas ocasiones, los acosadores son personas que también han sido acosadas. También influyen otro factores relacionados con el clima escolar.
Existen una serie de indicadores que el niño acosado puede presentar y alertar a las familias y profesores en caso de que esté sufriendo acoso.
Se puede hacer referencia a diferentes tipos de acoso escolar:
Físico: caracterizado por los golpes, empujones y agresiones con objetos
Verbal: se recurre a los insultos y las burlas, sobre todo delante de otros niños, con el objetivo de humillar
Psicológico: su objetivo es generar en la víctima una sensación de miedo
Social: se pretende aislar al niño del resto de los compañeros del aula, haciendo que se sienta solo y rechazado.