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Adicción a las pantallas en niños: cómo prevenir y abordar esta problemática

El uso problemático de las pantallas en niños y adolescentes constituye una preocupación creciente en el ámbito clínico y educativo. En la era digital, la exposición prolongada a dispositivos electrónicos puede tener un impacto significativo en el desarrollo neurológico, emocional y social de los menores. Reconocer las señales de riesgo y actuar desde una perspectiva preventiva e interdisciplinar resulta clave para promover un desarrollo saludable.

Comprendiendo el uso problemático de pantallas

Antes de hablar de adicción, es importante aclarar que actualmente no existe un consenso clínico unificado para considerar el uso excesivo de pantallas como una adicción formal en niños, según los manuales diagnósticos más utilizados (DSM-5-TR, APA, 2022; CIE-11, OMS, 2021). No obstante, se reconocen formas de uso disfuncional, compulsivo o desadaptativo que pueden interferir de manera significativa en la vida diaria del menor, y que requieren intervención especializada.

Definición y naturaleza del problema

El fenómeno de la adicción a las pantallas se manifiesta a través de un uso compulsivo de dispositivos electrónicos. Este término hace referencia a un comportamiento que no solo ocupa un tiempo excesivo en el día a día de los niños, sino que también puede interferir en sus actividades cotidianas y en su bienestar general.
Se habla de uso problemático de pantallas cuando el tiempo y la forma en que los menores utilizan dispositivos digitales interfieren con su funcionamiento social, emocional, escolar y familiar. Este patrón puede estar asociado a síntomas como irritabilidad ante la interrupción del uso, pérdida de interés por otras actividades, dificultades para autorregularse y deterioro en el rendimiento académico o en las relaciones sociales (Domoff et al., 2020).

Factores que contribuyen al uso excesivo

Diversas condiciones contextuales, familiares y personales pueden favorecer el uso desregulado de pantallas. Entre los principales factores de riesgo destacan:

     

      • Un entorno familiar donde el uso constante de tecnología está naturalizado y carece de límites explícitos.

      • La accesibilidad a contenidos altamente estimulantes, diseñados para captar y mantener la atención del usuario infantil mediante mecanismos de recompensa inmediata (como vídeos cortos, videojuegos con refuerzo continuo, etc.).

      • La presión social que ejercen los pares y la necesidad de pertenencia a través de plataformas digitales, especialmente en preadolescentes y adolescentes.

      • La falta de supervisión adulta y de alternativas lúdicas estructuradas en el entorno del menor.

    Vulnerabilidad en niños y adolescentes

    Los menores se encuentran en una etapa crítica de su desarrollo. La inmadurez de sus cerebros les hace más susceptibles a desarrollar patrones de adicción. Algunos elementos que destacan esta vulnerabilidad incluyen:
    Durante la infancia y la adolescencia, el sistema de autorregulación cognitiva y emocional aún se encuentra en desarrollo. Esta inmadurez neuropsicológica hace que los menores sean más propensos a conductas impulsivas, a la búsqueda de gratificación inmediata y a la dificultad para anticipar consecuencias a largo plazo (Steinberg, 2013).

    Algunos elementos que contribuyen a esta vulnerabilidad son:

       

        • La dificultad para inhibir impulsos, planificar conductas y sostener la atención sin estímulos externos.

        • La preferencia por recompensas inmediatas frente a aquellas que requieren espera o esfuerzo, reforzada por el diseño de muchas aplicaciones y plataformas digitales.

        • El valor social que adquieren las interacciones en línea, especialmente en edades donde la pertenencia al grupo y la validación externa cobran especial relevancia.

      Identificación de señales de uso problemático

      La detección temprana de señales de dependencia es esencial para abordar el problema de manera efectiva. Los síntomas y consecuencias pueden variar, pero hay patrones comunes que pueden ayudar a identificar la adicción a las pantallas en los menores.
      La observación clínica y familiar puede identificar conductas de alerta que sugieren un uso disfuncional. Algunas de las más frecuentes incluyen:

         

          • Irritabilidad, enfado o ansiedad ante la imposibilidad de acceder a dispositivos.

          • Reducción del interés por otras actividades previamente placenteras (juego libre, deporte, lectura, interacción social).

          • Desorganización del sueño vinculada al uso de pantallas antes de dormir.

          • Bajo rendimiento académico o dificultades atencionales.

          • Mentiras o conductas ocultas en relación con el tiempo de uso.

          • Conexión prolongada sin conciencia del paso del tiempo ni capacidad para interrumpir el uso de forma autónoma.

        Síntomas comunes en niños

        Diversos signos pueden alertar sobre una relación disfuncional con el uso de pantallas en la infancia. Aunque la expresión de estos síntomas puede variar según la edad, el entorno y las características individuales del menor, algunos indicadores frecuentes incluyen:

           

            • Tendencia al aislamiento o reducción significativa del tiempo compartido con amigos y familiares.

            • Reacciones emocionales intensas (irritabilidad, frustración o ansiedad) cuando se limita o retira el acceso a dispositivos electrónicos.

            • Dificultades para mantener la atención o el interés en actividades que no implican estimulación digital, como el juego simbólico, la lectura o el deporte.

          Estos comportamientos no deben ser evaluados de forma aislada, sino dentro del contexto general del desarrollo y la rutina del niño, considerando también posibles factores subyacentes (como dificultades emocionales, sociales o de regulación).

          Impacto en la salud física y mental

          La salud de los menores puede verse seriamente afectada por el uso excesivo de dispositivos digitales. Este impacto se divide en dos áreas principales.

          El uso intensivo y sin regulación de pantallas puede tener repercusiones clínicas tanto en el plano físico como en el psicológico. A continuación se detallan algunas de las afectaciones más documentadas en la literatura científica.

          Problemas de salud mental

          El uso prolongado de pantallas está asociado con un aumento en los niveles de ansiedad, depresión y otros trastornos emocionales. Esto puede manifestarse en cambios de comportamiento y un menor interés por actividades que antes disfrutaba.

          Diversos estudios han asociado el uso excesivo de pantallas con un mayor riesgo de sintomatología depresiva, ansiedad, irritabilidad y alteraciones en el estado de ánimo (Twenge & Campbell, 2018). Estos cambios pueden observarse en forma de apatía, conductas evitativas, alteraciones del sueño, dificultades de vinculación o una disminución general del bienestar emocional.

          Problemas de salud física

          El sedentarismo relacionado con el uso intensivo de dispositivos puede ocasionar problemas físicos como obesidad infantil y trastornos posturales. La falta de actividad física es una de las consecuencias más visibles.

          El tiempo excesivo frente a pantallas está vinculado a una disminución de la actividad física, lo que incrementa el riesgo de sobrepeso, obesidad, alteraciones metabólicas y problemas posturales o musculoesqueléticos. Además, la exposición prolongada a pantallas antes de dormir se ha relacionado con alteraciones en los ritmos circadianos y problemas de sueño, los cuales repercuten directamente en el desarrollo y la autorregulación del niño (Hale & Guan, 2015).

          Aislamiento social y dificultades de atención

          El uso excesivo de pantallas no solo afecta la salud individual, sino que también repercute en las relaciones sociales y la capacidad de atención del niño.

          El funcionamiento social y atencional también puede verse afectado por un consumo desregulado de contenidos digitales, especialmente cuando estos sustituyen interacciones reales, juego espontáneo o experiencias compartidas con iguales y adultos.

          Problemas de concentración

          Los menores pueden experimentar dificultades para mantener la atención tanto en tareas académicas como en actividades recreativas, lo que podría repercutir negativamente en su aprendizaje.

          El consumo de estímulos digitales rápidos y fragmentados puede condicionar una menor tolerancia al esfuerzo mental sostenido, y contribuir a patrones atencionales dispersos. Esta hiperestimulación puede afectar la capacidad para concentrarse en actividades escolares, tareas secuenciales o actividades que requieren reflexión o planificación.

          Relaciones interpersonales

          La preferencia por la interacción virtual a expensas de las relaciones cara a cara puede resultar en conflictos familiares y amistades inestables. Esta desconexión social puede agravar la sensación de soledad.

          La sustitución de las interacciones sociales presenciales por vínculos digitales, especialmente en edades tempranas, puede afectar la adquisición de habilidades sociales, la empatía y el desarrollo de vínculos afectivos sólidos. Asimismo, puede generar tensiones familiares debido a conflictos en la gestión del tiempo de pantalla y la reducción de momentos compartidos.

          Consecuencias del uso excesivo de pantallas

          El exceso de tiempo frente a las pantallas puede generar diversas consecuencias que afectan la salud y el bienestar de los niños. Estas repercusiones no solo se limitan al ámbito físico, sino que también repercuten en la esfera emocional y social.

          Las consecuencias de una exposición excesiva a pantallas se manifiestan de forma transversal en múltiples áreas del desarrollo infantil, afectando su funcionamiento integral.

          Efectos en el desarrollo cognitivo

          El desarrollo cognitivo de los menores está en constante evolución y puede verse comprometido por un uso excesivo de dispositivos. La saturación de información a través de pantallas interfiere en su capacidad de procesamiento y aprendizaje. Esto puede manifestarse en dificultades para resolver problemas y planificar adecuadamente.

          El uso pasivo o no interactivo de pantallas, especialmente en menores de seis años, se ha asociado con retrasos en el lenguaje, menor capacidad de resolución de problemas, dificultades de planificación y menor creatividad. Cuando las pantallas sustituyen experiencias concretas, interacciones sociales y juego simbólico, se limita la estimulación esencial para el desarrollo de funciones ejecutivas y habilidades cognitivas superiores (AAP, 2016; Christakis et al., 2018).

          Dificultades académicas y desmotivación escolar

          El rendimiento escolar de los niños puede resentirse notablemente. El tiempo que se dedica a actividades digitales puede restar horas de estudio, lo que lleva a una disminución en sus logros académicos. En consecuencia, muchos pueden perder la motivación hacia el aprendizaje, volviéndose desinteresados en su educación.

          La exposición prolongada a pantallas, especialmente si ocurre en horarios de estudio o descanso, puede interferir en la consolidación de aprendizajes, aumentar la fatiga cognitiva y reducir el interés por tareas escolares que exigen concentración sostenida. Además, la comparación constante con modelos idealizados en redes sociales o videojuegos puede generar frustración, desmotivación y percepción de ineficacia, lo que afecta directamente a la autoestima académica.

          Riesgos de conductas adictivas futuras

          Los patrones de comportamiento establecidos en la infancia pueden tener repercusiones en la vida adulta. Un uso excesivo de pantallas puede establecer tendencias adictivas que perdurarán con el tiempo, modificando su relación con la tecnología.
          Los hábitos relacionados con el uso de tecnología formados en edades tempranas pueden influir en la forma en que el individuo se relaciona con dispositivos digitales a lo largo de su vida. La exposición constante a reforzadores inmediatos puede establecer patrones de dependencia y reducir la tolerancia a la frustración, afectando su regulación emocional y su funcionamiento cotidiano en etapas posteriores (Brand et al., 2022).

          Mayor riesgo en adolescentes

          Los adolescentes presentan un riesgo particular. Durante esta etapa, su cerebro aún está en desarrollo y son más propensos a desarrollar patrones de dependencia tecnológica que pueden afectar su salud mental y emocional a largo plazo.
          La adolescencia es una etapa de alta vulnerabilidad neurológica y emocional. El sistema de recompensa cerebral está altamente activo, mientras que la corteza prefrontal —responsable de la autorregulación— sigue en maduración, lo que favorece la búsqueda de gratificación inmediata. Esta combinación aumenta el riesgo de desarrollar conductas de uso compulsivo de pantallas, especialmente si no existen límites externos o acompañamiento adulto (Steinberg, 2013; Orben & Przybylski, 2019).

          TDAH y otras condiciones asociadas

          El uso desmedido de dispositivos puede estar ligado a trastornos como el TDAH. La constante exposición a estímulos digitales puede contribuir a la aparición de dificultades atencionales, así como a otros problemas de salud mental que afectan su capacidad para concentrarse en tareas cotidianas.
          La relación entre el uso excesivo de pantallas y el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es compleja y bidireccional. Algunos estudios sugieren que los niños con TDAH pueden ser más propensos a un uso desregulado de dispositivos digitales, mientras que una exposición prolongada a estímulos altamente cambiantes puede agravar o simular síntomas atencionales, especialmente en niños sin diagnóstico previo (Swing et al., 2010; Nikkelen et al., 2014). Es esencial realizar una evaluación clínica adecuada para diferenciar entre TDAH y manifestaciones secundarias a hiperestimulación digital.

          Enfoques y estrategias de intervención

          La intervención adecuada es crucial para mitigar los efectos negativos del uso excesivo de pantallas. Las siguientes estrategias son esenciales para abordar este fenómeno en niños y adolescentes.
          Un abordaje efectivo debe ser integral, preventivo, sensible al desarrollo y coordinado entre familia, escuela y, en caso necesario, profesionales de la salud mental infantil.

          Rol de los adultos y establecimiento de límites

          Los adultos desempeñan un papel fundamental en la regulación del tiempo de pantalla de los menores. Es esencial establecer límites claros que ayuden a los niños a comprender la importancia de desconectarse de la tecnología. Esto no solo implica restringir el tiempo, sino también definir momentos y lugares específicos en los que el uso de dispositivos no esté permitido, como durante las comidas o antes de dormir.
          El establecimiento de normas claras, consistentes y adaptadas a la edad es una herramienta educativa esencial. Las recomendaciones actuales de la Academia Americana de Pediatría (AAP, 2016) sugieren:

             

              • Evitar el uso de pantallas en menores de 18-24 meses (excepto videollamadas supervisadas).

              • Limitar a una hora diaria el contenido digital de calidad en niños entre 2 y 5 años.

              • A partir de los 6 años, promover un equilibrio entre el uso de pantallas y otras actividades saludables (sueño, ejercicio, relaciones sociales).

              • Crear “zonas libres de pantallas” (por ejemplo, en el dormitorio o durante las comidas).

            Actividades alternativas para fomentar habilidades sociales

            Proporcionar alternativas a las actividades digitales puede enriquecer la vida social y emocional de los menores. Se pueden ofrecer opciones como:

               

                • Práctica de deportes en equipo.

                • Actividades creativas como la pintura o la música.

                • Juegos de mesa que promuevan la interacción cara a cara.

              Involucrar a los niños en estas actividades fomenta el desarrollo de habilidades sociales y la creación de vínculos significativos con sus pares.
              Estas propuestas no solo sustituyen el tiempo frente a pantallas, sino que estimulan competencias como la empatía, la cooperación, la regulación emocional y la resolución de conflictos. El juego libre, estructurado o simbólico, especialmente en la primera infancia, es esencial para el desarrollo socioemocional.

              Importancia de la ayuda profesional

              En casos donde la dependencia tecnológica es alarmante, es recomendable buscar la intervención de profesionales. La ayuda psicológica puede ofrecer un espacio adecuado para abordar problemas subyacentes y desarrollar estrategias de control sobre el uso de dispositivos.
              Cuando el uso problemático de pantallas interfiere significativamente en la vida cotidiana del menor (rendimiento académico, relaciones sociales, estado emocional), se recomienda una evaluación por parte de psicólogos infantiles o neuropsicólogos. La intervención puede incluir técnicas de autorregulación, restructuración del entorno, entrenamiento parental y abordaje de posibles trastornos comórbidos.

              Evaluación y consejos de especialistas

              Los especialistas pueden realizar evaluaciones que ayuden a identificar patrones de comportamiento problemáticos y ofrecer consejos personalizados. Este apoyo es vital para adaptar las estrategias a las necesidades específicas del niño.
              Una valoración profesional permite diferenciar entre un uso ocasional excesivo y un patrón disfuncional o sintomático. Además, puede detectar factores subyacentes como ansiedad, disfunción familiar, dificultades de apego o TDAH no diagnosticado.

              Programas escolares de sensibilización

              Las instituciones educativas también pueden implementar programas que eduquen a los estudiantes sobre el uso saludable de la tecnología. Estas iniciativas deben incluir talleres y charlas que destaquen los riesgos asociados con la adicción a las pantallas y promuevan una cultura de respeto hacia el tiempo de pantalla.
              La escuela es un entorno ideal para trabajar la alfabetización digital, el uso crítico de la tecnología y la prevención de riesgos digitales. Los programas de intervención escolar son más efectivos cuando incluyen a familias, docentes y alumnos, promoviendo una cultura de salud digital compartida (Chassiakos et al., 2016).

              Recomendaciones para un uso saludable de pantallas

              Para asegurar un uso equilibrado de la tecnología, es fundamental adoptar ciertas pautas que fomenten hábitos saludables. Estas recomendaciones ayudarán a los niños a disfrutar de los beneficios de las pantallas sin comprometer su bienestar.

              Establecer límites saludables y horarios

              Definir horarios específicos y cantidades limitadas de tiempo frente a las pantallas es esencial. Esto contribuye a reducir la dependencia y a promover un uso más consciente. Las recomendaciones incluyen:

                 

                  • Crear un horario diario de uso de dispositivos.

                  • Limitar el tiempo de pantalla a unas pocas horas al día, según la edad y madurez del menor.

                  • Establecer momentos del día libres de tecnología, como durante las comidas, antes de dormir o durante el tiempo de juego libre.

                Es fundamental acompañar estas medidas de diálogo, coherencia y ejemplo por parte de los adultos.

                Identificar y abordar señales de alerta

                Detectar signos de un uso problemático es clave para intervenir a tiempo. Es importante estar atentos a cambios en el comportamiento, tales como:

                   

                    • Aislamiento social progresivo.

                    • Irritabilidad o ansiedad al retirar dispositivos.

                    • Alteraciones del sueño o del estado de ánimo.

                    • Pérdida de interés por actividades previas.

                  Consejos para padres y educadores

                  La colaboración entre padres y educadores puede desempeñar un papel crucial en la formación de hábitos saludables en los menores. Se sugieren las siguientes estrategias:

                     

                      • Fomentar actividades al aire libre

                    Proporcionar alternativas de entretenimiento que no involucren pantallas es esencial. Fomentar el juego al aire libre, la práctica de deportes o actividades artísticas puede contribuir a un desarrollo más equilibrado.

                    Estas actividades estimulan la motricidad, la creatividad, la interacción social y el bienestar emocional, aspectos clave del desarrollo infantil.

                       

                        • Técnicas para mejorar el sueño y la producción de melatonina

                      La calidad del sueño es fundamental para la salud de los niños. Se recomienda:

                         

                          • Limitar el uso de dispositivos al menos una hora antes de dormir.

                          • Evitar pantallas en la habitación infantil.

                          • Reducir la exposición a luces brillantes en la noche y crear una rutina de descanso predecible y calmante.

                        Una higiene del sueño adecuada favorece la producción natural de melatonina y mejora la regulación emocional y cognitiva.

                        IRENE LOPEZ directora boadilla
                        Irene López

                        Orientadora educativa y psicóloga especialista en retraso madurativo.
                        Directora terapéutica centros Anda Conmigo

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